viernes, 10 de enero de 2025

 

Reseña del poemario “No calmes los dragones”, de Jean-Marc Desgent: una lectura obligada de editorial Literalia


Françoise Roy


Jean-Marc Desgent es, cabalmente, un poeta de la posmodernidad. Heredero de una tradición literaria muy nueva si uno la compara con la del Viejo Mundo, del mundo árabe o de China (para citar sólo algunos ejemplos), el poeta quebequense vuelve a la carga con su más reciente poemario traducido al español y publicado ahora por Literalia editores en coedición con la editorial quebequense Les éditions de la Grenouillère.

Es imposible hablar de literatura quebequense sin antes abordar el asunto de la cultura que le sirvió de crisol. Como sucede en otros países que albergan minorías lingüísticas, la lengua ha sido un vehículo de identidad primordial en Quebec. Esto se debe a la muy peculiar situación histórica que embargó el territorio quebequense desde la llegada de los franceses a Norteamérica en el siglo 16. Asimismo podríamos hablar de una literatura incipiente que se gestó en un ambiente de contingencia, un entorno cultural hostil a la expresión de una identidad propia hasta muy entrado el siglo 20. Por ende, antes de presentar a ese poeta multipremiado que es Jean-Marc Desgent, cabe esbozar un breve retrato del enclave lingüístico que fue y sigue siendo la provincia de Quebec dentro del contexto canadiense y norteamericano. Para entender lo que significa ser una periferia cultural, cabe recordar que la Nueva Francia (hoy la provincia de Quebec) pasó a manos de la corona británica en 1769 a raíz de las guerras de conquista libradas en Europa en aquel tiempo.

Por el viento de insurrección que soplaba entonces en la comarca vecina llamada “Nueva Inglaterra”, los ingleses decidieron seguir una política lingüística y religiosa de no asimilación (inusual para la época) para no azuzar los ardores “nacionalistas” de sus conquistados de habla francesa. Los dos siglos posteriores a la guerra que perdió Francia frente a Inglaterra vieron sobrevivir una sociedad mayoritariamente rural, cuyos valores conservadores prevalecieron hasta mediados del siglo 20. Así fue que hasta los años 40, la sociedad quebequense se desarrolló bajo el lema de “Dios (entiéndase catolicismo), familia y patria”. Esos tres ejes moldearon profundamente su cultura. En los años sesenta del siglo pasado, la provincia emprende un proceso de cambio radical que fue bautizado por los historiadores (válgase la contradicción) la “Revolución Tranquila” (“tranquila” porque no se derramó sangre). El nacimiento de una literatura propia, autónoma y desligada de la tradición francófona europea (principalmente la francesa), que se impone con fuerza en un mar angloparlante, corresponde a los cambios profundos obrados por esa revolución económica y cultural tildada de “tranquila”.

Jean-Marc Desgent ocupa un lugar importante en la literatura quebequense contemporánea. Publicado anteriormente en México por la UNAM y Mantis editores en coedición con la editorial de poesía Écrits des Forges, Desgent ofrece a los lectores hispanoparlantes su más reciente entrega, el poemario “No calmes los dragones”, traducido al español y unilingüe.

Jean-Marc Desgent nació en Montreal en 1951. Desde 1974, ha publicado una veintena de títulos. Por su poemario Vingtièmes siècles, fue galardonado, entre otros reconocimientos, con el Premio del Gobernador General de Canadá, máximo reconocimiento literario otorgado en Canadá. En 2006, recibió el Premio Jaime Sabines/Gatien Lapointe, y en 2010, el Premio Internacional de Poesía Antonio Viccaro. Su poesía ha sido traducida a muchos idiomas. Ha participado en conferencias, festivales, congresos y seminarios en una docena de países. El crítico François Paré escribió que “la poesía de Jean-Marc Desgent es una de las más conmovedoras y más proféticas de la poesía actual de Québec”.

La poética de Desgent gira alrededor de una descompostura sabiamente elaborada y finamente cincelada del lenguaje: cambio de lugar de las palabras que rompe el orden natural de la sintaxis del francés e introduce una extrañeza y una polisemia nada casuales; eliminación selectiva de puntuación, preposiciones y conjunciones; contundencia de la imagen; metáforas donde el yo lírico, íntimo, desposa con brío, desgarradamente, los grandes temas de la condición humana. En el caso de “No calmes los dragones”, esos grandes temas son los siguientes: la violencia, el concepto de identidad (una identidad atormentada, nunca claramente definida), los conceptos del bien y del mal, lo que se oculta atrás de lo aceptado, así como las relaciones de poder basadas en la geopolítica, la historia, la raza, el género y la condición socioeconómica. El lector advertirá en esa poesía de muy alto vuelo amparada por numerosos galardones, de la que pongo a continuación tres poemas, el oficio de antropólogo del autor y su búsqueda de un imaginario perturbador, poco dado a las concesiones.


Saber o no lo destruido


Los niños en todo lo que uno toca,

avanzan retroceden los deseos la lucha de clases,

son sangres transfiguradas,

el mundo empuja su verbo,

hombres revelados,

cosas nimias que hablan mueren,

árboles frente a una tumba,

eso desgarra el pensamiento sobre diversos objetos,

que los explosivos,

que los cadáveres.



Los poderes los títeres recogen las sobras,

tiernos pedazos tiernos,

tomo esto allí los rostros irreconocibles,

los fuegos sobre todos los continentes,

el silencio recobra la paz de los cráneos.



Los hombres vértigos


Me deslizo fuera del mundo éste el desesperante

miro de soslayo la luz

que ya no me alumbra del todo,

soy la fantasía de los muertos:

me dejan con mis historias de sobrevivientes,

de contravivientes inventar la lectura de la noche.



Hay que dar su voz los murmullos las encantaciones,

los cantos aullantes aullados y el sueño sigue.



La vida es temible ángeles gritones,

tú entiendes la blancura flaca del papá sin palabra,

el papá sin palabra piensa quemado de antemano,

hay que ir perdido a perderse

del lado de las lenguas errantes involuntarias rotas

éstas tanto que taladran.


Estoy mestizado


No sabes este dolor del cielo de mí en el cielo,

soy tanto y tantos hay,

mis brazos llevaron armadura,

mis dedos en aguas turbias,

tomo asiento completamente vacío maletín,

maleta de las quejas de guerra,

es decir, todo lo que tendido se destruye,

son soles que acaban.



Estoy en la carne,

toco el mundo por el bestia en mi bestia,

es la desmedida la que salva,

desechada por el merodeo de las tormentas eléctricas,

nada se salva no temas,

y eso que no hablo del fin inmenso que soy,

nosotros en mi reencarnación.



Es la ingenuidad del ser tan poco,

estoy agotado como la lengua,

ya no soy yo del todo,

son varias imposturas,

es mi parte dejada estoy al sesgo,

estar sin asalto no es la paz absoluta.



Hay estos pequeños a quienes les están saliendo los dientes,

que se quiebran las uñas sobre mi metal norte metal,

lo largo de la miseria,

ves mis cabezas ofrecidas en tempestades,

que van silbando su vía láctea.



No queda más que felicitar a Literalia editores, editorial independiente domiciliada en Guadalajara, Jalisco, y a su coeditor radicado en Montreal, la publicación de “No calmes los dragones”. La versión original del libro se publicó en Quebec (Les éditions de La Grenouillère, 2014) y su versión al español (traducción mía) estará a la venta en librerías Gonvill, Gandhi y varias librería pequeñas de nuestra entidad.


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